SILVIA R. PONTEVEDRA - A Mezquita - 21/04/2009
De la desembocadura del Miño, entre Caminha y Santa Tegra, hasta la frontera con Zamora, a lo largo de la raia portuguesa se cuentan 350 hitos kilométricos de piedra. Y entre ellos, situados a la distancia precisa para que desde uno se vea el anterior y el siguiente, sobreviven unos mojones más pequeños que llevan letras correlativas grabadas. Está, por ejemplo, el 220 B. O el 348 K. Hay quien los llama marcos y hay quien les dice marras. Estas señales se prolongan Portugal abajo hasta Huelva. Y siguen ahí, pintando sobre promontorios la línea imaginaria y absurda que hace aún pocos años españoles y portugueses no podían cruzar sin ser detenidos por los guardias. Hoy también están en pie algunas de las casetas que éstos ocupaban a lo largo de la frontera.
De la desembocadura del Miño, entre Caminha y Santa Tegra, hasta la frontera con Zamora, a lo largo de la raia portuguesa se cuentan 350 hitos kilométricos de piedra. Y entre ellos, situados a la distancia precisa para que desde uno se vea el anterior y el siguiente, sobreviven unos mojones más pequeños que llevan letras correlativas grabadas. Está, por ejemplo, el 220 B. O el 348 K. Hay quien los llama marcos y hay quien les dice marras. Estas señales se prolongan Portugal abajo hasta Huelva. Y siguen ahí, pintando sobre promontorios la línea imaginaria y absurda que hace aún pocos años españoles y portugueses no podían cruzar sin ser detenidos por los guardias. Hoy también están en pie algunas de las casetas que éstos ocupaban a lo largo de la frontera.
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